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Puntos de Vista


Tarea y desafíos de la Pastoral Carcelaria

Por: María Patricia Alonso

Creado el: 01 Junio 2023

La Pastoral Carcelaria es la acción evangelizadora de la Iglesia en el mundo de la carcelación, donde somos catequistas llevando la Palabra a quienes Dios nos encargó, esa porción de sus hijos/as carcelados.

Cuando comenzamos a ir a las unidades carcelarias, vamos con el preconcepto que vamos a poder transmitir la Palabra, rezar el rosario, participar juntos de la misa, que los vamos a preparar para los sacramentos y que lo haremos como en la parroquia, pero nos encontramos con que, en principio, no saben qué son los sacramentos, entonces, es otra la realidad, para lo cual hay que formarse con una realidad que, por ser distinta y desconocida, tiene una espiritualidad especial, una mística diferente.

¿Qué encontramos allí? ¿A quiénes nos encontramos allí? Nos encontramos con un mundo desconocido, triste, oscuro, con un olor particular que no se siente en otro lado, que es una mezcla de suciedad, olor a cigarrillo, a la basura que por días no se retira y allí se reúnen las ratas que después caminan por toda la cárcel; en este lugar nos encontramos personas con sus vidas rotas, violadas, personas que desde niños solo conocen violencia que ésta es fruto de la desigualdad social, la falta de familias.

Una vez leí un artículo que decía : “ningún pibe nace chorro”; allí en las cárceles encontramos personas muchas sin ilusión, sin proyectos, sin aspiraciones; el sistema carcelario, ya sea de la diócesis de Lomas de Zamora o de cualquier parte del país, no los va a ayudar a que salgan de otro modo, pero alguno que sí tiene ilusión de recuperar a su familia, o de formarla, de trabajar, se encuentra con otra realidad; ellos quienes egresan de la cárcel habiendo cumplido su condena, lo que encuentra es una sociedad (y allí estamos nosotros como Iglesia) que se convierte en juez, se lo sigue considerando “preso” y como si fuera poco, tiene que volver a vivir al mismo lugar de donde salió, con su familia, una familia que no ha sido acompañada por su comunidad, porque ellos también pertenecen a una parroquia, y al ver que le es imposible cumplir con ese sueño de tener otra vida, es ahí donde aparece nuevamente el “amigo” que se acerca con la “maldita” droga, y ahí esa puerta de la cárcel es cuando comienza a ser giratoria, porque nosotros no les damos oportunidades y vuelve a perder el control de su vida al volver a consumir y vender.

Una alternativa a la cárcel, y eso se puede dar con quienes hacen tareas comunitarias, es la famosa “probation”, que como pastoral carcelaria diocesana nos ocupamos, pero no son muchas las parroquias que asuman a esas personas en conflicto con la ley; digo, pienso, cuándo vamos a asumir como Iglesia esa realidad, esas familias que tienen su familiar preso, arrestos domiciliarios. En esas familias hay niños sin bautizar, sin ningún sacramento, qué oportunidad de misionar que tiene ahí cada parroquia. Si no hacemos nada ya podemos llamar a esos niños “pre-carcelados”, si en unos años estarán presos como sus padres, qué lástima que no lo hayamos intentado, que no le hayamos mostrado que Dios los ama.

Siempre escuchamos “que se pudran en la cárcel”, “habría que matar a todos”, pero no decimos “las dos vidas valen”, no queremos que aborten, cuidamos esas vidas pero, por otro lado, queremos que se mueran (no lo decimos mucho...), tenemos cárceles con mujeres embarazadas, pensar que ese bebe no nació todavía y el Servicio Penitenciario ya les está buscando alojamiento, en qué celda estará con su mamá.

La Pastoral Carcelaria que creyó que iba a compartir la Palabra, se convierte en esa Iglesia Madre que escucha cada historia detrás de cada preso/a, y si bien no avala lo que haya hecho esa persona, como buena Madre con dolor entiende cómo llegó cada uno a la cárcel y con el corazón roto solo abraza, consuela, escucha, eso es el Amor de Dios que quizá sea la primera vez que lo siente.

Por todo esto y más, es que estamos haciendo desde el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) la Diplomatura “Pastoral Carcelaria sin fronteras”, donde participan desde Alaska hasta la Antártida. En este marco, fue conmovedor saber que desde allí también alguien se suma a esta diplomatura; monseñor Jorge García Cuerva, recientemente nombrado arzobispo de Buenos Aires, es quien coordina dicha diplomatura; realmente fue una alegría inmensa para todos su designación y tenerlo en la pastoral dentro de los tiempos que ahora le cambiaron, dándonos algunas charlas.

Con todo, en definitiva, al final de nuestros días seremos juzgados en el amor, recordando lo que Jesús dijo en Mt.25, 36: “estuve preso y viniste”.-

María Patricia Alonso
Secretaria Ejecutiva de la Comisión Episcopal de Pastoral Carcelaria
Coordinadora de la Pastoral Carcelaria – Diócesis de Lomas de Zamora