Skip to main content

Puntos de Vista


“Cuidar las infancias de la frialdad de los algoritmos”

Por: Ing. y Mg. Gabriel Gaburro *

Creado el: 25 Septiembre 2024

En los albores de esta era hipertecnológica que aspiraba a horizontes ilimitados e impensados en la década pasada, se caía en una trampa, una falacia, llamada “el ignorante digital”, en base a una creencia instalada: aquella persona sin conocimiento -¿o deberíamos decir consumo?- de internet y redes sociales quedaba en la ribera de lo marginal.

Y, por lo tanto, con esa excusa entregamos a niñas, niños y adolescentes a muy temprana edad, teléfonos smart, tablets y notebooks como si fueran juguetes inocentes, sin una previa enseñanza sobre los considerandos más elementales en seguridad cibernética; sin acompañarlos en ese proceso, y con la evidente carencia de una supervisión por parte de los adultos responsables, lo cual agrava el panorama.

Esta es una escena que se repite con espantosa naturalidad, naturalización sin mediación de la reflexión crítica por parte de los adultos, sean familiares o educadores, asistimos impávidos a la entrega de nuestros niños, niñas y adolescentes (NNA) al mundo virtual que muchas veces se torna peligroso y hostil.

Siguiendo estas ideas, que no responden a mi absoluta propiedad, sino que por el contrario pertenecen a un vasto mundo de autores, las planteamos como punto de partida, ya que reviste la urgencia del cuestionamiento conjuntamente con la imperiosa revisión sobre la concepción del “para que” de la tecnología y su “uso responsable”. De manera consecuente, surge la siguiente pregunta: ¿cómo se puede solicitar responsabilidad en el uso de aquello que como una “maldita adicción” ha sido deliberadamente desarrollado para someter casi hipnóticamente la voluntad a un conjunto o sistema de estímulos cuyo objetivo no resulta en el bienestar del sujeto, sino por el contrario su encadenamiento?

Las plataformas digitales y las redes sociales que se constituyen como parte fundamental de la vida de los jóvenes con la promesa de conexión “eterna y entretenimiento”, ergo instalando la idea de que “el tiempo no pasa”, como dice la canción (Farruko et al, 2020) (1) y que es la única forma valida de conexión con los otros, no fueron concebidas por especialistas que pensaran en la salud mental y el desarrollo emocional de los adolescentes. En cambio, fueron engendradas en el “útero digital de colosales organizaciones tecnológicas, cuya única misión y tendencia es hacer crecer una red sin salidas que mantiene cautivos a nuestros jóvenes como clientes o futuros clientes, es decir, tan solo como números en una ecuación matemática de un lucro despiadado que no reconoce personas en formación. En apariencias, la gratuidad de estas redes y plataformas es en realidad un espejismo que mantiene solapadamente y oculta los verdaderos costos, esos que están relacionados con la moneda de intercambio más preciada, “la salud mental de nuestros jóvenes”.

Ahora bien, como un grito al vacío, quién puede dudar de la siguiente pregunta: ¿qué tan altísimo es este precio? ¿Y quién puede negarlo? La depresión, ansiedad, una autoestima que se desmorona ante la ausencia de un “like” en el espejo distorsionado de las redes sociales o, peor aún, la difusión de imágenes comprometedoras, las burlas y descalificaciones sin retorno ni fin, trastornos del sueño que desequilibran la vida diaria, y la adicción, esa adicción que no es otra cosa que el grillete invisible con el que nuestros estudiantes son amarrados al mundo virtual.

Pero el “Caos” (2) no culmina aquí. Aguas subterráneas crecen silenciosamente en las jóvenes subjetividades, la desazón conduce a las malas decisiones de muchos adolescentes sobre el intento de suicidio e incluso a consumarlo, esa extrema y trágica puerta de salida que manifiesta la magnitud del desamparo en que viven en su tan adicto universo virtual.

Universo que se constituye como laberinto digital, lugar donde toda una generación potencialmente se puede perder, siendo arrastrados por una corriente que los despoja de sus habilidades más fundamentales para la vida, convirtiéndolos en prisioneros de un sistema que, en su lógica inhumana, sólo entiende de ganancias y pérdidas. Nos encontramos, literalmente, ante una encrucijada moral y social de la que debemos salir, pero salir de manera acelerada.

No se puede seguir abonando a la idea, implantada por la sociedad del consumo, del “no es para tanto” o peor aún “no pasa nada”. Quizás el desvelo por proteger a nuestros niños, niñas y adolescentes debería ser el faro hacia un replanteo profundo de cómo se introduce la tecnología en sus vidas. Es impropio de la naturaleza descuidar a “nuestras crías”, seguir abandonando a nuestros hijos/as y estudiantes en la frialdad de algoritmos diseñados para maximizar ganancias y el tiempo de uso a cualquier costo, sin que estos costos sean considerados en su justa medida.

La tecnología y sus aspectos tecnológicos, concebidos como una herramienta útil para facilitar la vida, no es inherentemente dañina, pero en su estado actual, sin regulación ni control adecuados, ni con foco en la integridad de los NNA, se convierte en una fuerza socialmente desestabilizadora que mina las bases mismas de las subjetividades y el desarrollo emocional de los sujetos.

Resulta imperioso fomentar la capacidad crítica de los estudiantes a través de la mediación parental (3) y enseñar los riesgos más importantes que van a experimentar en Internet. Hacer circular la palabra conjuntamente con otros recursos que conduzcan a la sensibilización sobre estas problemáticas para que puedan discriminar en qué momento están frente a un problema y saber cómo afrontarlo.

Nos enfrentamos a una responsabilidad que no puede ser ignorada ni postergada. Es urgente que educadores, padres y legisladores trabajen juntos para desarrollar un enfoque que no sólo enseñe el uso responsable de la tecnología, sino que también establezca límites claros y proteja a los NNA de los aspectos más destructivos de estas plataformas y redes sociales. Sólo así podremos brindar las herramientas necesarias para crear conciencia y reflexión crítica en nuestros estudiantes de los peligros que se ocultan y que acechan en el vasto, y a menudo despiadado, universo digital.

Ing. y Mg. Gabriel Gaburro



* El autor es rector del Instituto Tecnológico San Bonifacio (Lomas de Zamora, Buenos Aires, Argentina). Ingeniero. Magister en Macro y micro economía (Universidad Torcuato Di Tella). Diplomado en Ciencias Sociales con mención en Educación y Especialista en gestión educativa (FLACSO). Doctorando en Ciencias de la Educación (Universidad del Salvador).

 ---------------------------------


(1) https://youtu.be/w6jeXjxpqhQ?si=5WZ55q1auh9PzmUE
(2) https://www.rae.es/diccionario-estudiante/caos
(3) Mediación parental es la educación de los NNA cuyo objetivo es proporcionar las herramientas necesarias para enfrentarse a los riesgos de internet y las plataformas de manera responsable. Esto implica que la mediación conlleve enseñanzas como así acompañamiento y protección de los NNA en su proceso de aprendizaje digital.


Referencias

Han, B.-C. (2014). La sociedad de la transparencia. Herder Editorial.

Sánchez, R., López, M., & Fernández, A. (2022). Impacto de las redes sociales en la salud mental de adolescentes: Una revisión crítica. Revista de Psicología y Salud Digital, 15(2), 87-104.

Turkle, S. (2017). Reclaiming conversation: The power of talk in a digital age. Penguin Books.

Twenge, J. M. (2017). Why today's super-connected kids are growing up less rebellious, more tolerant, less happy--and completely unprepared for adulthood--and what that means for the rest of us. Atria Books.

Vaillant, G. E. (2002). Aging well: Surprising guideposts to a happier life from the landmark Harvard study of adult development. Little, Brown and Company

Ward, A. F. (2013). Supernormal: How the web is changing our brains. American Journal of Psychology, 126*(2), 213-218.