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Tres nuevos diáconos permanentes

El obispo diocesano, monseñor Jorge Lugones sj, confirió el sacramento del Orden Sagrado en el grado de diáconos permanentes a tres acólitos de la diócesis: José Lopardo, de la parroquia Nuestra Señora del Valle (Ezeiza); Sebastián González, de Santos Pedro y Pablo (Burzaco); y Ángel Ambrico, de la comunidad parroquial de San Francisco de Asís (Llavallol).

El sábado, en la catedral Nuestra Señora de la Paz, la Eucaristía fue concelebrada por los obispos auxiliares, monseñor Jorge Vázquez y monseñor Jorge Torres Carbonell, y los sacerdotes presentes; acompañaron a los nuevos diáconos sus esposas, hijos, familiares y fieles y amigos de las parroquias a las que pertenecen. 

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En su homilía, el obispo se refirió a tres realidades: “compartir la carga del ministerio de los obispos, el anuncio del evangelio a todos y la vigilancia para no achancharse”.

En relación a la primera, señaló que Lopardo está asignado a la pastoral en el Aeropuerto de Ezeiza y con el hogar de niños en riesgo “Inmaculada Concepción” de Monte Grande; González en la pastoral juvenil y la preparación al matrimonio o el acompañamiento de los matrimonios jóvenes; y Ambrico en la pastoral social con todos sus desafíos.

“El evangelio en las casas -recordó monseñor Lugones- es lo que pretendemos con la misión permanente diocesana y nuestro nuevo modelo catequístico: anunciar el kerygma. Creemos que la misión por las casas a través de los grupos REDd, `Reflexión Evangélica Diocesana domiciliaria´, dará un fruto duradero en el tiempo de Dios. No olvidemos este bien del evangelio para los que no vienen al templo”.

Al expresar que “la caridad bien entendida empieza por casa”, el prelado dijo a los nuevos ordenados: “Ustedes tienen un sacramento anterior que es el del matrimonio; sin descuidar éste, se los envía a servir como lo hace Jesús, al estilo de Jesús, sin pedir nada a cambio, y tratando las fragilidades humanas con mayor cuidado y amor”.

“Debemos vigilar, pues, la tentación puede ser: `ya llegué´, `ya me ordené´, como si fuera una promoción personal, y después de un período de segunda luna de miel en el ministerio (la primera luna de miel que ya pasó, es la del matrimonio) puede venir el acomodarse, el achancharse, el no arriesgar a los desafíos. No se nos ordena para cuidar la quintita, ni el pequeño rebaño ya conocido, se nos envía a la `Galilea de los gentiles´, esa Iglesia en salida que quiere Francisco, desinstalada, solidaria, consoladora y anunciadora de la alegría del evangelio” (Ver texto completo en adjunto, abajo).

“Sirvan al Señor con alegría” (Salmo 100. 2), fue el lema de ordenación diaconal de Lopardo; “En todo amar y servir” (San Ignacio de Loyola), de González; y “Señor haz de mi un instrumento de tu paz”, la frase de San Francisco de Asís elegida por Ambrico.

  • 14 Agosto 2016
  • 2418 visitantes
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El obispo diocesano, monseñor Jorge Lugones sj, confirió el sacramento del Orden Sagrado en el grado de diáconos permanentes a tres acólitos de la diócesis: José Lopardo, de la parroquia Nuestra Señora del Valle (Ezeiza); Sebastián González, de Santos Pedro y Pablo (Burzaco); y Ángel Ambrico, de la comunidad parroquial de San Francisco de Asís (Llavallol).

El sábado, en la catedral Nuestra Señora de la Paz, la Eucaristía fue concelebrada por los obispos auxiliares, monseñor Jorge Vázquez y monseñor Jorge Torres Carbonell, y los sacerdotes presentes; acompañaron a los nuevos diáconos sus esposas, hijos, familiares y fieles y amigos de las parroquias a las que pertenecen. 

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En su homilía, el obispo se refirió a tres realidades: “compartir la carga del ministerio de los obispos, el anuncio del evangelio a todos y la vigilancia para no achancharse”.

En relación a la primera, señaló que Lopardo está asignado a la pastoral en el Aeropuerto de Ezeiza y con el hogar de niños en riesgo “Inmaculada Concepción” de Monte Grande; González en la pastoral juvenil y la preparación al matrimonio o el acompañamiento de los matrimonios jóvenes; y Ambrico en la pastoral social con todos sus desafíos.

“El evangelio en las casas -recordó monseñor Lugones- es lo que pretendemos con la misión permanente diocesana y nuestro nuevo modelo catequístico: anunciar el kerygma. Creemos que la misión por las casas a través de los grupos REDd, `Reflexión Evangélica Diocesana domiciliaria´, dará un fruto duradero en el tiempo de Dios. No olvidemos este bien del evangelio para los que no vienen al templo”.

Al expresar que “la caridad bien entendida empieza por casa”, el prelado dijo a los nuevos ordenados: “Ustedes tienen un sacramento anterior que es el del matrimonio; sin descuidar éste, se los envía a servir como lo hace Jesús, al estilo de Jesús, sin pedir nada a cambio, y tratando las fragilidades humanas con mayor cuidado y amor”.

“Debemos vigilar, pues, la tentación puede ser: `ya llegué´, `ya me ordené´, como si fuera una promoción personal, y después de un período de segunda luna de miel en el ministerio (la primera luna de miel que ya pasó, es la del matrimonio) puede venir el acomodarse, el achancharse, el no arriesgar a los desafíos. No se nos ordena para cuidar la quintita, ni el pequeño rebaño ya conocido, se nos envía a la `Galilea de los gentiles´, esa Iglesia en salida que quiere Francisco, desinstalada, solidaria, consoladora y anunciadora de la alegría del evangelio” (Ver texto completo en adjunto, abajo).

“Sirvan al Señor con alegría” (Salmo 100. 2), fue el lema de ordenación diaconal de Lopardo; “En todo amar y servir” (San Ignacio de Loyola), de González; y “Señor haz de mi un instrumento de tu paz”, la frase de San Francisco de Asís elegida por Ambrico.

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