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Claves para vivir la Cuaresma

 

“La Cuaresma, por ser un tiempo de gracia, pero acotado en el tiempo, nos permite con esa misma gracia poder transformar algo en nuestra vida cristiana”, expresó el obispo diocesano, monseñor Jorge Lugones sj, en la misa del Miércoles de Ceniza celebrada en la catedral Nuestra Señora de la Paz, que dio inicio al tiempo litúrgico que conduce a la Pascua de Resurrección.

  • 04 Marzo 2017
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“La Cuaresma, por ser un tiempo de gracia, pero acotado en el tiempo, nos permite con esa misma gracia poder transformar algo en nuestra vida cristiana”, expresó el obispo diocesano, monseñor Jorge Lugones sj, en la misa del Miércoles de Ceniza celebrada en la catedral Nuestra Señora de la Paz, que dio inicio al tiempo litúrgico que conduce a la Pascua de Resurrección.

En este sentido, monseñor Lugones invitó en su homilía a trabajar en Cuaresma los apegos personales, donde “cada uno tendrá que ver lo que le está entorpeciendo su libertad espiritual”.

Texto completo de la homilía del Miércoles de Ceniza

“Conviértanse y crean en el Evangelio”. Con estas palabras se nos signa con las cenizas al comienzo de la Cuaresma y se nos propone el camino de la conversión. Pero la sola palabra “conversión” es muy amplia, ya que tenemos que convertirnos toda la vida. La Cuaresma, por ser un tiempo de gracia, pero acotado en el tiempo, nos permite con esa misma gracia poder transformar algo en nuestra vida cristiana. Esto es posible en el tiempo ocupándonos en ello y confiando en la gracia del Señor “que a todos moja”, como decía San José Gabriel Brochero.  En esta Cuaresma busquemos no tanto convertirnos, sino qué puedo transformar en mi hoy; dice Pablo: “Hoy es el día de la salvación…”, porque convertir es algo que debemos buscar toda la vida, pero debemos proponernos qué podemos transformar en nuestras vidas para ser mejores personas.

¿De qué transformación estamos hablando? Por ejemplo, la de descubrir cuáles son mis apegos y poder trabajarlos en Cuaresma bajo la guía del Espíritu Santo. Es como ir al desierto y ponernos en manos del Señor, presentándole primero cuál es mi “apego principal”: será la compulsión a hablar todo, mirar lo que no me conviene, querer tener la última información: la precisa. Criticar o prejuzgar, la tecnología desmedida, que puede convertirse en tecnocracia, el afán de acumular cosas, etc.; cada uno tendrá que ver lo que le está entorpeciendo su libertad espiritual.

En el evangelio de este día (Mt. 6, 1-6. 16-18), la Iglesia nos propone la oración, la limosna (caridad) y el ayuno.

¿Cómo me ocupo de la fecundidad de la Palabra de Dios en mi vida? ¿La comparto con otros? ¿Me ocupo de la misión permanente diocesana REDD (Reflexión evangélica domiciliaria diocesana)? “La oración con la Palabra de Dios es un bien para mí y para mi prójimo”… “la palabra es un don. El otro es un don”, nos dice el Papa. “¡Sigamos partiendo y repartiendo con alegría el pan de la Palabra que da vida!”.

Imposición de las cenizas en la peatonal Laprida

La caridad debe ser, como decía la santa Madre Teresa de Calcuta, dar hasta que duela, como la pobre viuda del evangelio, que daba todo lo que tenía, y los fariseos, en cambio, daban lo que les sobraba y es más, querían hacer escuchar el ruido de las monedas cuando caían en un recipiente metálico, el llamado “cepillo del templo”.

En cuanto al ayuno que señala el evangelio y es lo que propone la Iglesia para el tiempo cuaresmal: el ayuno no todos lo pueden hacer por razones de edad, enfermedad, la medicación que se toma, pero hay un ayuno posible, el ayuno de las puertas de los sentidos: vigilar nuestras palabras de más, no prestar oído para escuchar chusmerios, cuidar la vista de mis programas o curiosidades, etc. Decimos ayuno de palabras porque pensemos también que desde mis palabras puedo estar dividiendo, o no expresando toda la verdad, desuniendo en mi familia, en el trabajo, en la escuela, o más bien puedo estar uniendo, ayudando, amando.

Ayuno de escuchar hablar mal de otras personas o sacarles el cuero o emitir juicios temerarios o generar violencia o impotencia hacia otras personas, tal vez con mi escucha estoy avalando lo que no conozco.

Las miradas pueden también herir, poner distancia, demostrar violencia, dominio, inhibir a otras personas, no cuidar su integridad. No puedo mirar todo, debo tener discreción en lo que leo o miro en los medios de comunicación o en Internet… En cambio, con la mirada puedo compadecer, hacerme cercano, comprensivo, samaritano y cordial. La mirada nos hace sonreír y amar, generar buen humor. Podemos también hacer el ejercicio de descubrir la mirada de Jesús sobre nosotros mismos y dejarnos trascender….

Dios nos puede ayudar, bajo la guía de su Espíritu, a trabajar en Cuaresma “mi apego”, lo cual es una tarea para examinar cada día y tenerlo en cuenta pidiendo al Señor su gracia para lucharlo. Como dice Francisco: “La Cuaresma es un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte”.

Mons. Jorge Lugones sj
Obispo de la Diócesis de Lomas de Zamora