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Dos seminaristas recibieron los ministerios del acolitado y el lectorado


El Jueves Santo, en el marco de la misa crismal que presidió el obispo diocesano, monseñor Jorge Lugones SJ, dos seminaristas, Gustavo Oubiña e Ignacio Espinoza, recibieron respectivamente los ministerios del acolitado y el lectorado.

  • 23 Abril 2019
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El Jueves Santo, en el marco de la misa crismal que presidió el obispo diocesano, monseñor Jorge Lugones SJ, dos seminaristas, Gustavo Oubiña e Ignacio Espinoza, recibieron respectivamente los ministerios del acolitado y el lectorado.

En la catedral Nuestra Señora de la Paz, los jóvenes que se forman en el Seminario “De la Santa Cruz” fueron así instituidos acólito y lector, luego de la presentación inicial que hizo el rector del Seminario, presbítero Daniel Bossio.

Este año, Oubiña (foto de arriba, a la der.) está viviendo su formación y acompañamiento pastoral (los fines de semana, como todos los seminaristas) en la parroquia Nuestra Señora de Itatí (Banfield) y Espinoza en la catedral Nuestra Señora de la Paz. Ahora ambos continuarán con los ministerios recibidos.

Postales de la institución de los ministerios

Entre las funciones del acólito se destacan: cuidar del servicio del altar; ayudar al diácono y al sacerdote en las acciones litúrgicas, especialmente en la celebración de la Misa; distribuir la sagrada comunión como ministro extraordinario de la comunión; podrá exponer públicamente el Santísimo Sacramento de la Eucaristía a la adoración de los fieles y podrá luego reservarlo, pero no puede dar la bendición; y puede además instruir a los fieles que ayudan en las acciones litúrgicas como son las de llevar el Misal, la cruz, los cirios u otras funciones similares.

El lector, por su parte, queda instituido para la función de leer la Palabra de Dios en la asamblea litúrgica. Proclamará las lecturas de la Sagrada Escritura, pero no el Evangelio, en la Misa y en las demás celebraciones sagradas; proclamará las intenciones de la Oración Universal de los fieles, cuando no haya a disposición diácono o cantor; también podrá, cuando sea necesario, encargarse de la preparación de otros fieles a quienes se encomiende temporalmente la lectura de la Sagrada Escritura en los actos litúrgicos.

“La importancia del lectorado radica en que sea capaz de transmitir con su vida, con sus obras y con sus acciones un profundo amor a las Sagrada Escritura traducido en la adecuada preparación de las ceremonias litúrgicas, así como en su capacidad por lograr una adecuada participación de los fieles en dichas ceremonias que los lleve a nutrirse de la Palabra para luego encarnarla en su vida diaria”.